Читать книгу Tú y yo онлайн

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Mis padres accedieron a que hiciera este viaje, porque mi amiga Evita tenía amigos en muchos lugares y sus padres llamaron a los míos para tranquilizarles y darles confianza sobre todo lo que teníamos planeado. En Burdeos cogeríamos otro tren que nos llevaría a Périgueux. Allí nos esperaban unos padres y sus hijos, amigos de Evita, y aunque no era de nuestros destinos favoritos, lo aprovechamos muy bien. Además de conocer esa preciosa cuidad y sus alrededores, como nuestras maletas eran muy pesadas (te recuerdo que antes no había maletas de ruedas y las maletas de cuero eran de todo menos ligeras), decidimos enviar parte de nuestro equipaje de vuelta a nuestra ciudad natal.

Tres días después estábamos camino de París, donde nos alojaríamos en un youth center en el centro de la ciudad. Soltamos nuestras maletas en una consigna y nos fuimos a recorrer las calles de la capital parisina. Íbamos de un lugar a otro andando sin parar, entrando en museos, exposiciones e iglesias y disfrutando de las calles, de los parques y de tantos puentes por los que el río Sena pasaba a su antojo. ¡Qué belleza de ciudad! ¡Qué maravillosa arquitectura! Habíamos comenzado nuestra andadura a las nueve de la mañana y ya eran las veintitrés horas, así que teníamos que volver para que nos dejaran entrar en nuestro alojamiento.

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