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—¿Qué te ha dicho? —pregunto sin pensar. Al verla alzar las cejas, reculo y le quito importancia—: De cualquier modo, me da igual. Me quedó claro anoche. No quiere saber nada de mí.

Claro que ni siquiera yo estoy convencida. Me escuchó con mucha atención y después me dijo que se alegraba de que estuviera en Londres cumpliendo mi sueño. Y también que estaba orgulloso de mí. Uno no le dice esas cosas a alguien a quien no quiere volver a ver.

—Sinceramente, creo que la situación le pasa factura. No solo por las discusiones que hay en casa, sino también por nuestro agente. Nos presiona de forma constante para que le enviemos nuevas canciones y Alex se pasa horas componiendo, o intentándolo, porque cree que es responsabilidad suya. Que hayas vuelto nada más lo ha tomado un poco por sorpresa.

Arqueo las cejas con incredulidad. Alex es su hermano y ocupa el primer puesto en su lista de prioridades, así que es comprensible que lo defienda.

—Puede que tengas razón —respondo al fin, ya que no tiene sentido discutir.

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