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Me desnudo con lentitud porque me duele el cuerpo entero. Cuando me meto en la ducha, el agua fría me congela las venas. Me enjabono el cuerpo y también me lavo el pelo. Acto seguido, me paso unos dolorosos segundos frotándome los labios para borrar cualquier rastro de lo que ocurrió anoche.

Cuando unos minutos después salgo del baño envuelta en una toalla, Chloe está terminando de arreglarse. Me siento en la cama y cojo un cepillo.

—Menos mal. Empezaba a pensar que esa cara de zombi te duraría para siempre —comenta al verme.

Para variar, mi pelo también está hecho un desastre. Decido desenredarlo por partes para que duela menos.

—¿Te vas? —pregunto.

—Organizan un mercadillo benéfico por aquí cerca los domingos. Tenía planeado ir a echarle un vistazo a la ropa. ¿Te importa? ¿Estarás bien?

Como decía, es demasiado buena conmigo. No soporto la idea de quedarme a solas con mis pensamientos, pero tampoco quiero ser una carga para ella.

—Sí —miento—. No te preocupes por mí.

—¿Seguro? Puedo quedarme, si quieres.

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