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Alguien me sujeta el pelo para que no se ensucie. Chloe. Me entran ganas de llorar. Soy patética. Me siento en el suelo y apoyo la cabeza contra la pared fría. Procuro no hacer movimientos bruscos, pues lo que menos me apetece en este momento es volver a vomitar. Es un desastre. Yo estoy hecha un desastre.

—Si hubiera sabido esto, no te habría dejado beber tanto. —Aunque está en todo su derecho de enfadarse, más bien parece preocupada por mí. Me tiende un trozo de papel higiénico para que me limpie la boca.

Así que anoche bebí. Eso explica por qué mis recuerdos están borrosos. Ni siquiera sé cómo conseguí volver a la residencia. ¿Chloe me trajo? Cierro los ojos e intento recrear lo que pasó cuando nos marchamos del pub, pero no puedo pensar con claridad cuando me duele tanto la cabeza.

—¿Tienes una aspirina? —carraspeo. Tengo la boca pastosa y estoy sedienta.

Ella asiente y vuelve unos segundos después con una pastilla y un vaso de agua.

—Bebe —me ordena con seriedad.

—Eres demasiado buena conmigo.

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