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Una mano me agarra del brazo y casi me echo a llorar.

—Déjame en paz —le suplico, pero Sean no me escucha.

—¿De qué coño vas?

—Si una chica te dice que la dejes tranquila, tú le haces caso y te largas. Adiós, campeón.

El corazón me da un vuelco. Si bien no puedo verlo porque está detrás de mí, no me hace falta. Reconocería su voz en cualquier parte.

Alex.

—Fuera —exige otra persona, a la que enseguida identifico como Blake.

Sean afianza su agarre en torno a mi muñeca.

—Meteos en vuestros putos asuntos —les espeta.

—Vete antes de meterte en problemas, tío.

Se me rompe el corazón. Sam.

Frente a mí, Sean mira a los chicos con la mandíbula apretada. Cuando por fin me suelta, me toco la muñeca de inmediato. Arde. Me ha agarrado con tanta fuerza que estoy convencida de que me habrá dejado una marca. Aunque eso es lo que menos me importa ahora mismo. Les lanza una última mirada de odio antes de volverse hacia mí.

—De todas formas, tampoco estabas tan buena.

Se marcha sin decir nada más y me deja sola con ellos. Con él.

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