Читать книгу Mejor no recordar онлайн

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—Entiendo —comentó el oficial. Mientras apuntaba cada uno de los indicios que le decíamos, analicé detenidamente su aspecto. Era un hombre joven, de unos veintiocho años, que lucía elegantemente el uniforme de policía, resaltando su cuerpo musculado y sus enormes ojos azules. En otras circunstancias, podría haber afirmado que era un hombre muy atractivo, pero en aquel momento tan solo pensaba en Alejandra —¿Cuántos años tiene su hija? Entiendo, por lo que me cuentan, que Alejandra vive en casa con ustedes. —Solís levantó la cabeza del ordenador y miró a Andrés.

—Cumplió veintidós el pasado mes de octubre. Y, sí, vive en casa con nosotros. —Cerré los ojos y deseé que no hubieran hecho esa pregunta. Alejandra era una mujer adulta, y temía que por su edad no nos dedicasen el mismo esfuerzo y dedicación durante las primeras horas, las más cruciales, como harían con un menor. Solís volvió a escribir en el ordenador.

—¿Saben si había bebido? —Ambos nos quedamos callados. ¿Cómo podíamos responder a esa pregunta sin perjudicarnos? Finalmente, fue Andrés quién optó por contestar.

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