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A veces, se plantean algunas dificultades: ¿cómo lograr no distraerse?, ¿hay que concentrarse en lo que se dice?, ¿hay que tratar de retener en la memoria lo que el misterio representa?, ¿ayuda el imaginar el hecho expresado en el misterio?

La primera respuesta está dicha en el espíritu de alianza y comunión con María. Cuando nosotros conversamos con otra persona, si expresamos vivencialmente lo que sentimos o vivimos, no nos distraemos. Siguiendo un consejo de santa Teresa, a las distracciones “no hay que llevarles el apunte” porque de otro modo quedamos concentrados en ella. A una mosca molesta, simplemente se la espanta y se sigue con lo que se está obrando. “El rosario –dice Juan Pablo– se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse hacia la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto del sentimiento que las inspira” (RVM, 26).

A la hora de avanzar con el rezo de este rosario, hay algunas cosas prácticas que pueden ayudar. Como primer contacto con este libro, conviene leerlo o meditarlo en su conjunto (hasta puede hacerse un retiro espiritual con él). En segundo lugar, una vez ya conocido el contenido, podemos disponernos para rezarlo, leyendo previamente el misterio respectivo. Tercero, si lo hemos subrayado, podemos orar intercalando algún párrafo o expresión que hemos destacado al leerlo.

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