Читать книгу El Rosario de los 7 días онлайн

12 страница из 22

Esperanza que estaba en la conciencia de los “doctores de la ley” y de los gobernantes religiosos; estaba en los anhelos del pueblo: Dios les daría un Mesías, un enviado como Salvador. Era una promesa hecha a la descendencia de David a través del profeta Natán: “tu casa y tu trono durarán eternamente y tu trono será estable para siempre” (Cf. 2 Sam 7,16); estaba en las promesas proféticas.

La promesa era una creencia popular. Muchos la esperaban piadosamente, entre ellos Joaquín y Ana, los padres de María, y también José el carpintero, entre otros. María y José, no podían imaginar que, en el cumplimiento de la promesa, podrían ver cumplidos sus anhelos.

Oportunamente Simeón lo expresará en el Templo, teniendo en sus brazos al Niño de la Promesa: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Правообладателям