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Segundo misterio

La Anunciación a María (Cf. Lc 1,26-38)

Pasaron los siglos en la vida y en la historia de Israel. Y Dios cumplió su promesa mesiánica en María de Nazaret. Para esto Dios envió como mensajero al Arcángel San Gabriel a “una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la descendencia de David llamado José”.

Dice el relato de Lucas que el Ángel entró en la casa y la saludó diciéndole «alégrate llena de gracia, el Señor está contigo» ¡qué estremecimiento el de María! ¿Qué haría ella en ese momento? Tal vez arreglaba la casa, esperaba el regreso de José de su trabajo u oraba y leía las profecías de Isaías: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino” (Cf. Is 9,5-6).

“María quedó desconcertada y se preguntaba qué podría significar el saludo del ángel”. No sabía que ese saludo incluía el cumplimiento de una promesa mesiánica: “concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y se lo llamará Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

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