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Entonces, Segreka tuvo un atisbo de duda.

Empezó a mover sus alas con la intención de ir al hombro de su amada compañera, pero la voz de esta resonó clara y firme en su mente:

—Tú no, querida amiga. Te necesitan aquí. Nos reuniremos muy pronto, en medio de la luz del todo. En el centro del eterno fuego del eje de la tierra.

Renuentemente, el águila mantuvo su posición al igual al igual que los otros compañeros animales.

Estaban haciendo pleno honor al Pacto.

En ese preciso instante, en la fría soledad del espacio exterior, repitiendo el antiguo proceso una vez más, el transportal Alfa surgió y se abrió. Y un nuevo meteorito inició su carrera tomando rumbo hacia la hermosa esfera azul, blanca y café que esperó su llegada con incertidumbre.

La Tierra no estaba segura de qué tanto apoyar a los seres humanos en la prueba, ya que su comportamiento había resultado ser una desagradable sorpresa. Los ajustes que habían permitido que la raza humana alcanzara su actual nivel de evolución al parecer habían fallado en otros aspectos fundamentales.

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