Читать книгу Santa María de Montesa. La orden militar del Reino de Valencia (ss. XIV-XIX) онлайн
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Los rápidos movimientos de Jaime II precisan una explicación plausible, si tenemos sobre todo en cuenta que el monarca no parecía albergar duda alguna sobre la religiosidad templaria y sobre el positivo papel de la Orden en sus dominios. Es cierto que el papa Clemente V había escrito a los monarcas de la cristiandad, y entre ellos al rey de Aragón, el 22 de noviembre instando al arresto de los freires, pero tal comunicación no fue leída por Jaime II hasta bien entrado enero de 1308;ssss1 luego, por tanto, su decidida intervención en el asunto templario no pudo estar propiciada por la bula. Con anterioridad, en el momento en que sus agentes estaban ocupando las encomiendas valencianas, el rey notificó al papa sus decisiones, relacionándolas con informaciones de Felipe IV y otros acerca de las primeras confesiones de los freires al otro lado de los Pirineos.ssss1 Razones tan claras y nítidas sobre el comportamiento monárquico de diciembre parecen formar parte de un discurso elaborado para satisfacer a Clemente V y justificar las medidas unilaterales llevadas a cabo sin mandato papal; no hay que aceptarlas sin más como impulsoras de la radical acción monárquica en Valencia. Sobre todo una vez que son tenidas en consideración intervenciones reales destacadas en favor del Temple en dicho reino durante la década de 1290 y los primeros años del siglo XIV. Noticias recibidas de lo que estaba aconteciendo en Francia habrían probablemente afectado a un gobernante menos comprometido con los templarios; en el caso de Jaime II es difícil aceptar que esta fuera la razón de sus actuaciones a comienzos de diciembre de 1307.ssss1 De hecho, en la contestación del 17 de noviembre a la misiva del monarca capeto del 16 de octubre en la que anuncia el apresamiento de los freires, el rey aragonés mostraba asombro, dados los servicios prestados por el Temple contra los sarracenos y su estricta ortodoxia en el pasado y en su época; por ello, Jaime II se negaba a actuar sin mandato pontificio o sin que aparecieran pruebas concluyentes que sostuvieran las acusaciones.ssss1 Debía, además, ser consciente el rey aragonés de la enorme influencia de Felipe IV sobre el pontífice, ya sugerida por uno de los embajadores de Jaime II en carta de diciembre de 1305, poco después de la entronización de Clemente V.ssss1 Por ello, noticias de todo tipo relativas al hecho consumado de octubre de 1307 recibidas por el rey aragonés a lo largo del mes de noviembre debieron de ser enmarcadas por Jaime II en ese contexto de tensión entre poderes, apostólico y capeto, y en consecuencia matizadas en cuanto a la veracidad de las supuestas herejías templarias.