Читать книгу Santa María de Montesa. La orden militar del Reino de Valencia (ss. XIV-XIX) онлайн

31 страница из 179

Alan Forey argumentó en su estudio pionero y todavía canónico sobre los templarios en la Corona de Aragón que, a partir de Jaime I, la generosidad real con el Temple se había contenido, alarmados los reyes ante las consecuencias del acuerdo de 1143, que cerró posibles reclamaciones de la Orden derivadas del testamento de Alfonso el Batallador a cambio de cuantiosas entregas en bienes y derechos dentro de los territorios conquistados a los musulmanes.ssss1 Ello concuerda con el precario anclaje templario en tierras valencianas tras la toma de la ciudad de Valencia y del resto de la taifa andalusí.ssss1 Esta contención real no puede, sin embargo, extenderse sin más al reinado de Jaime II,ssss1 pues en el tránsito del siglo XIII al XIV la Orden del Temple vio grandemente acrecentada su presencia en el norte del Reino de Valencia, una franja de especial significado estratégico al ser la zona de confluencia geográfica de los tres dominios básicos de la Corona: Aragón, Cataluña y Valencia.

La primera actuación real data de 1294. En septiembre de ese año se produjo el concambio de la ciudad de Tortosa por dominios monárquicos del norte valenciano, tradicionales unos, caso del castillo de Peñíscola, otros recientemente adquiridos para tal fin por el rey, como aconteció con la Tenencia de Cuevas, comprada en julio de 1293, o con Ares, fortaleza obtenida, también en el mismo mes, por medio de un intercambio de lugares con Artal de Alagón.ssss1 El acuerdo entre Jaime II y el Temple ha sido habitualmente visto desde la perspectiva del ferviente deseo monárquico de controlar una ciudad de notable importancia estratégica en la desembocadura del Ebro, Tortosa. El monarca debió de ser plenamente consciente de que el intercambio establecía un fuerte poder templario en el norte del Reino de Valencia. Acontecimientos posteriores parecen avalar la idea de que el fortalecimiento del Temple en dicha zona no constituyó una simple derivación del deseo de poseer el enclave tortosino, sino que probablemente obedeció a una explícita voluntad real, quizá ligada a un equilibrio de poder de distintas órdenes militares en un territorio en el que el Hospital tenía una presencia destacada a ambos lados del río de la Cenia, es decir, en el extremo sur de Cataluña (encomienda de Ulldecona) y en el norte valenciano (Bailía de Cervera). La compra templaria de la Tenencia de Culla en 1303 refuerza la idea de un decidido interés monárquico en agrandar los dominios del Temple hasta el interior lindante con Aragón.ssss1 La transacción fue entre dos poderes nobiliarios, la Orden y Guillem de Anglesola, pero el rey estuvo muy presente, estimulándola y favoreciéndola en todo momento; actuó de garante del vendedor y suscribió el documento de compraventa dos días después de su redacción. Resulta difícil comprender esta participación real activa desde una reticencia o recelo monárquico hacia la Orden. No es lógico que la actitud de decidido favor variara en menos de cinco años hasta el punto de propiciar una actuación insólita en contra de los dominios templarios en diciembre de 1307. No es sostenible tampoco que las informaciones sesgadas provenientes de Francia convencieran a Jaime II de la culpabilidad de unos freires que el monarca conocía bien y que gozaban de toda su confianza.

Правообладателям