Читать книгу Santa María de Montesa. La orden militar del Reino de Valencia (ss. XIV-XIX) онлайн

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No sorprende que el maestro calatraveño fuera extremadamente reticente al diseño escogido y que dilatara la fundación efectiva de la Orden, que precisaba de su asentimiento. Los dos años que discurrieron entre el establecimiento canónico y la implantación de hecho del instituto, que no tuvo lugar hasta el 22 de julio de 1319, estuvieron llenos de negociaciones y replanteamientos. Jaime II llegó incluso en 1318 a retomar la vieja idea de entregar los dominios valencianos a los hospitalarios, previa prestación de homenaje del castellán de Amposta, como ya lo había hecho este por los bienes templarios de Aragón y Cataluña, que habían pasado a poder de los sanjuanistas. Se añadía un pago de 100.000 libras.ssss1 La propuesta no prosperó. Quizá la cantidad pareció inasumible al maestre Hugo de Vilareto, aunque solo era el cuádruple de la satisfecha en su día por el Temple por la compra de la Tenencia de Culla. De ser esto cierto, el hecho mostraría las debilidades de ciertas percepciones historiográficas comparativas sobre la situación financiera del Temple y el Hospital en esta época. Tampoco favorecieron el éxito de esta salida las reticencias papales respecto a esta. Un dato adicional respecto al frustrado giro hospitalario del monarca fue la afirmación real de que volvía sobre proyectos anteriores dada la dificultad de encontrar a miembros de la nueva orden que no fueran calatraveños; el recurso a estos no era considerado, ya que pondrían «su reino en grave peligro y el rey no los aceptaría de modo alguno».ssss1 Las palabras de Jaime II dan pie a otra de las reflexiones que desarrollaré más adelante: el escaso número de freires montesianos en sus inicios y la lenta construcción de una arquitectura institucional en la década de 1320.

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