Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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El tercer ejemplo ofrecido por Antonacci también sorprende: la xilografía de Lucas de Feira en Bahía, Brasil. Lucas era un esclavo de una hacienda de Feira de Santana, estado de Bahía, que en 1824 huyó y comenzó a robar cabritos, cerdos y gallinas para alimentar a un grupo de otros esclavos cimarrones como él, es decir fugitivos libres, que vivían organizados en una de las aldeas llamadas quilombos. En 1848, a partir de una recompensa gubernamental, Lucas fue denunciado, atrapado, preso, juzgado, asesinado y descuartizado. Surge una literatura de cordel, como la ya mencionada, de carácter oral, y en uno de estos folletos, llamado ABC de Lucas de Feira, aparece una xilografía impresa, es decir, realizada con habilidad táctil y a través de la madera. Allí, otros esclavos afrodescendientes expresaron el cuerpo de su compañero desmembrado a través de un ser híbrido, erguido, de pie, bípedo y avanzando (humano) que une los miembros de animales de tierra, aire, agua y fuego –los cuatro elementos tradicionales–: cola de escorpión (tierra), tronco de serpiente (tierra, agua), cabeza de ave (aire), con su instrumento de trabajo en la mano, un martillo (mineral/vegetal), vociferando a través de palabras que se transforman en fuego y humareda. Es un dragón humano que denuncia y su lengua es una flecha como la de la serpiente de cascabel; concepción integral de cosmos, cuerpo y cultura. Esa figura tuvo un gran impacto y circuló en la literatura oral de cordel hacia 1849, y más de cien años después, en 1967, un artista de Bahía, Lênio Braga, retoma la imagen en un mural callejero. En 1969 el cineasta Glauber Rocha dirige una película llamada El dragón de la maldad contra el santo guerrero, retomando esa imagen draconiana, camaleónica y ambigua, que no es otro que la deidad africana Eshú. Este film, proyectado durante el auge de la dictadura militar brasileña, denunciaba el racismo de la estructura sociopolítica y económica del país. De modo que la imagen de Lucas circuló por diversos lenguajes y lugares de memoria: oral, visual, rítmica y letrada del cordel, mural popular, y finalmente cinematográfica, durante casi doscientos años, actualizando el mismo mensaje, la deshumanización y desigualdad de un sistema económico, político y también epistémico colonial, que nunca cambió demasiado, revelando la eficacia del repertorio que contradice la visión racista eurooccidental.

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