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Unos días después todos seguíamos en nuestra rutina, del colegio a la casa y de la casa al colegio. Era muy aburrido, pues allí en esa casa no tenía cómplices, el hijo de la dueña de la casa era un adolescente malo y siempre nos estaba tratando mal, humillándonos y le odiaba. Así que fui un chico bueno pero triste, pues siempre estaba queriendo algo mejor para mí.
Durante un año vivimos en esa casa, a mi madre la situación le rebasó, se volvió agresiva, vulgar y sobre todo se mantenía muy estresada. Tenía una pareja, pero era un bueno para nada, no tenía carácter, tenía tres hijos a los que yo detestaba, ya que eran imposibles y no los quería como familia.
Pasado el año, a mi madre le entregaron una casa, que recibió como subsidio de vivienda. Por fin íbamos a ser felices, pues era nuestro sueño, tener una casa propia.
Nuestra casa estaba al oriente de la ciudad de Cali, en un barrio llamado Remansos de Comfandi y allí emprendimos nuestro gran sueño, aunque bastante lejos como lugar para vivir.