Читать книгу Diario de un adolescente precoz colombiano онлайн

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Recuerdo que mi primer gran amigo se llamaba Harry, con él aprendí lo que era la amistad desinteresada. Era un buen chico, de mí misma edad (siete años, casi para cumplir los ocho). Siempre jugamos juntos, sus padres me querían mucho, porque él era hijo único y yo me había convertido en su hermanito, con lo cual siempre compartíamos la mayoría del tiempo. Así fue hasta que empezaron a llegar otros chicos y cada uno empezó a seguir por su lado con sus nuevas amistades, un nuevo chico, Michael, se vino a vivir a la casa de al lado, en ocasiones hacíamos nuestros morbos juntos, cuando no había nadie, ya fuera en su casa o en la mía.

Se había convertido en mi chica, le encantaba que le follara, me decía que estaríamos juntos para siempre y hoy puedo decir “¡Qué inocente!”. Él era un chico delgado, bastante afeminado, una cara angelical y me parecía el niño más guapo, tenía frenillo en la lengua, así que tenía gran dificultad para pronunciar algunas frases. Como de costumbre algunos del barrio se aprovechaban de ello para molestarle e incluso burlarse de él. Pero yo siempre fui un chico con carácter y cuando veía aquello, por la relación que nos unía, siempre salía en su defensa, con lo cual los demás chicos salían llorando, porque yo era bastante cruel en las cosas que les decía. Pero nunca me importó, eso me satisfacía porque sentía que así protegía a mi chico.


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