Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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Las específicas condiciones italianas de partida favorecieron su rápida aparición: durante la Gran Guerra, en Italia más que en ningún otro lugar, se había experimentado un sistema autoritario que también había sometido a la sociedad civil a la disciplina militar y había desvitalizado las instituciones parlamentarias. Además, la primera posguerra reveló las debilidades y las dificultades del sistema productivo para readaptarse en tiempos de paz y del mercado laboral para absorber el regreso de la mano de obra desmilitarizada, a la que le habían hecho promesas sobre todo durante los últimos meses del conflicto. De hecho, las expectativas del proletariado agrícola e industrial habían aumentado con respecto a la asignación de tierras en barbecho y de cuotas de mano de obra y las de los jóvenes burgueses que habían ocupado cargos intermedios en el ejército con respecto a los cargos de responsabilidad. Únicamente analizando este contexto histórico podemos entender por qué Italia, que se colocaba entre las naciones ganadoras, registró un comportamiento, una inquietud y una pérdida de la identidad colectiva, una necesidad de orden y una esperanza de cambios radicales semejantes a los de las naciones vencidas, desorientadas por la pérdida de la soberanía imperial. Solo partiendo de los últimos dos años del conflicto podemos entender la facilidad con la cual el fascismo asumió el poder en Italia. A pesar de que algunos observadores de la época, concretamente quienes hicieron un balance de la guerra (Luigi Einaudi, Giorgio Mortara, Riccardo Bachi, Arrigo Serpieri), consideraron zanjada la desmovilización militar y económica en 1920, hoy deberíamos tomar en consideración al menos un quinquenio, marcado por dos extremos cronológicos significativos: desde la derrota militar en Caporetto en octubre de 1917 hasta la Marcha sobre Roma en octubre de 1922. A finales de 1917, el vínculo entre la coerción militar y la renovada movilización moral de la población se hizo más estrecho, y la brutalidad de los actos se manifestó de manera todavía más acentuada. Esta relación no acabó con el final del conflicto, sino todo lo contrario: la guerra se mostró como una prueba general del debut fascista.