Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

14 страница из 100

El balance demográfico de la guerra también fue particularmente alto e influyó en las políticas emprendidas después por el régimen fascista. En 1911 la población italiana censada era de unos 36 millones de personas, de las que al menos un millón y medio residían en el extranjero. Durante la guerra fueron reclutados seis millones de hombres, de los cuales alrededor de 4.250.000 fueron empleados en operaciones de guerra. Se ha calculado, sobre la base del número de núcleos familiares registrados en 1911, que las cuatro quintas partes de las familias tenían al menos a uno de sus miembros en el ejército. Los dos censos nacionales de 1901 y de 1911 –se realizaban cada diez años– muestran un aumento medio anual de la población residente de 210.000 unidades; el realizado después de la guerra, en 1921, era de 230.000. Por lo tanto, en términos generales, la población continuó creciendo. Sin embargo, es necesario descomponer estos datos: entre 1913 y 1918 los nacimientos se redujeron a la mitad, mientras que se duplicó el número de muertos y disminuyó, hasta casi desaparecer, la emigración. En 1913, la emigración italiana, con 873.000 unidades, llegó al punto más alto de un flujo que desde comienzos de siglo tenía una media anual de 350.000 salidas. Así pues, el saldo positivo en el decenio 1911-1921 fue debido a los nacimientos (excluyendo los años más intensos de la guerra), al cese de la emigración durante 1915-1918 y a la inclusión de los habitantes de las tierras obtenidas en virtud de los tratados de paz. En este cuadro resulta que únicamente en los años 1917 y 1918 se registraron saldos demográficos negativos: si bien en 1915, frente a aproximadamente 1.109.000 nacimientos, hubo 811.000 fallecimientos entre la población italiana, en 1917 los 691.000 nacimientos fueron superados por las 929.000 defunciones y en 1918 los 640.000 nacimientos por 1.276.000 fallecidos (un saldo negativo de -636000). Es difícil un cálculo fiable de las víctimas militares y civiles. En 1924 el demógrafo Giorgio Mortara observó que los datos oficiales difundidos una vez terminado el conflicto no eran seguros. Las cifras de los fallecidos cambiaron de los 564.000 declarados por los oficiales militares en 1920 a los 677.000 tenidos en cuenta para las pensiones de guerra en 1926 a través de la reordenación de las matrículas en los centros de reclutamiento, del cálculo de los cuerpos en los cementerios militares y de la búsqueda de prisioneros y dispersos más allá de la frontera nacional.

Правообладателям