Читать книгу Mueve tu ADN. Recuperar la salud con el movimiento natural онлайн
76 страница из 94
Justo antes de cumplir dos años de edad, mezclabas tus juegos con la recolección de frutos, y, de este modo, te pasabas horas y horas al día en cuclillas, de pie, cavando o encaramándote a los árboles. Cuando no tenías que recolectar alimentos, jugabas en terrenos siempre cambiantes. El hecho de que pasaras todo el día en movimiento –y la gran variabilidad de este– hizo que desarrollases las habilidades, la fuerza y la forma que te harían falta posteriormente para poder realizar las actividades propias de los adultos, y tu paso o tu manera de andar –tus andares– no se parecían en absoluto a la típica forma de andar de un bebé; caminabas de un modo mucho más firme gracias a que no llevabas pañales. Tu pelvis y tus caderas adoptaron la forma necesaria para poder seguir siendo capaz de agacharte, de estar en cuclillas, de sentarte en el suelo y de caminar largas distancias, y no tuvieron que padecer la influencia de los portabebés, los carritos o las sillitas adaptadas para los coches, ni tampoco tuvieron que permanecer en la misma postura durante largos periodos de tiempo.