Читать книгу La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976 онлайн
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Los textos testimoniales del jesuita Henri Perrin en su Diario de un cura obrero en Alemania de 1945 y luego del dominico Jacques Loew en Misión proletaria de 1946 –referido a su labor pastoral entre los trabajadores portuarios de Marsella– contribuyeron a moldear y materializar una presencia sacerdotal con un objetivo misional dotado de un perfil social más específico.
Por su parte, ya desde 1943, bajo los auspicios del cardenal Emmanuel Suhard, arzobispo de París, y del abad Henri Godin (uno de los autores del emblemático libro Francia: ¿país de misión?), había comenzado la Misión de París. A esta se ligó pronto la Misión de Marsella. Parte de la novedad de esta experiencia fue el hecho de que los sacerdotes se emplearan en trabajos asalariados, los cuales, sin embargo, no superaban la centena al momento de su sanción acaecida en 1954.22 Asimismo, participaban de esta misma visión eclesial otros sectores del clero que no realizaron directamente trabajo a cambio de un salario y comunidades de laicos en las cuales algunos de sus miembros habían decidido también asumir la condición de vida obrera. Los más conocidos fueron los casos de Jacques Loew, en La Cabucelle (Marsella) y el de Madelaine Delbrêl en Ivry-sur Seine (Marne) y el de A. Depierre en Montreuil (Bobigny), retratados en la novela de Gilbert Cesbron Los santos van al infierno, publicada en 1952 (Fouilloux, 1992).