Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн

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«Señor Dhombres, ¿qué le interesa?». «La revolución, Señor», «¿Y dentro de la revolución?». «La cuestión social, religiosa y financiera, Señor». Y empieza a recitar todas las anécdotas de la tesis de Lefebvre (¡7 a 800 páginas en octavo!). Era divertido, los otros 2 estaban estupefactos... El señor Guyot formula, para poder valorar mejor la situación, preguntas como esta: «¿Qué hacía Arthur Young en lo civil?». Pero Sagnac, que ni él mismo lo sabe, protesta. Finalmente, Dhombres es felicitado por Historia Contemporánea; el resto no debía ser brillante, porque no tiene mención...

Por la tarde, había sido su turno. Cuando Sagnac vio llegar a Vilar, a las tres de la tarde, se levantó y fue hacia él para tranquilizarlo: tenía muy buena nota en el escrito. Le recomendó que fuese a pasear y que no volviese hasta tres horas después. Cuando volvió vio cómo Guyot protegía a las estudiantes de Fontenay, que elegían todas Estados Unidos, sin saber ni una cuarta parte del curso de Roubaud. Hauser, por su parte, había protagonizado diálogos como estos: «Un parlamento, ¿qué era?». «Un Tribunal, señor», «Muy bien, señorita». «Un Tribunal, ¿por quién estaba formado?», «Por jueces, señor». «Perfecto, muchas gracias». En un momento dado, para que la estudiante llegase a nombrar Valencia como una ciudad española, Hauser había invocado sus famosas naranjas, y dado que este medio no había sido bastante eficaz, Guyot había añadido: «a ver, un one-step de moda», «Ah, sí, Valencia». Y Guyot, para ayudar a otra chica que ignoraba cómo se nombraba la circunscripción de un intendente, había dicho: «a ver señorita, ¡no se pierda en generalidades!». Después de haber visto eso, y con la confidencia que le había hecho Sagnac unas horas antes, afrontaba aquella prueba con tranquilidad. Pero Hauser lo desarmó en seguida:


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