Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн

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Carco, que cambia su manera de actuar cuando se trata de un normalien, es encantador; se deshace en felicitaciones y pide a Bruhat si ha preparado especialmente este tema; en realidad, gracias a la cooperación, habíamos conseguido el curso de Carco de hace 3 o 4 años y el otro no quería privarse del placer de volver a oír recitar sus viejas fórmulas.

Él se examinó el miércoles por la mañana. Este es el relato:

yo sabía muy bien el curso de Lévy: él me pide una cosa al margen del curso: «los monumentos de Tebas»: yo vacilo sobre Karnak de una forma deplorable; él se enfada y me pone (sobre 10) 3 o 4; paso con Holleaux «El museo y la biblioteca de Alejandría». ¡Qué suerte, mi especialidad! Me dispongo a servirle a Bloch bien masticado, cuando me para: «es engorroso, la joven que le ha precedido ha respondido a esta pregunta; ¡usted debe haber oído sus respuestas! ¡Pero no ha sido así!». De todas formas, para que no pareciera que me importara demasiado, le propongo cambiar de tema; pero de pronto, es él que no quiere hacerlo, imaginando que la cuestión no me gusta. No cambia; pero, en lugar de dejarme decir lo que quiera, me plantea preguntas marginales, me marea con anécdotas; es la primera vez que las oigo; lo nota y me dice «¡yo he contado todas estas historias en mi curso!». Yo tenía que haberle respondido que justamente por esa razón yo lo había juzgado superfluo; pero él me ha preguntado con mucha seguridad «¿Usted ha seguido los cursos de la Facultad, señor?». ¡Qué canalla! ¡Ellos se imaginan que no hay nada más importante que seguir sus cursos! Afortunadamente, Carco estaba allí; me acogió sonriendo y, aunque la cuestión «Roma y los pueblos germánicos del siglo II a la muerte de César» no sea apasionante, respondí correctamente: deberá ponerme una buena nota; espero de todas formas que mi escrito me permita mejorar; ¡pero no olvidaré a Levy y Holleaux, los muy cerdos!


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