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La carta que […] el Ministro se dirige a sí mismo sea la carta de una mujer: como si se tratara de una fase por la que tuviese que pasar por una conveniencia natural del significante.3

En este caso se da que este personaje, rodeado de los rasgos de la virilidad, “exhale cuando aparece el odor di femina más singular”.4

De lo que se trata en el inconsciente es que el hombre está habitado por el significante. Lacan indica que Poe recurre a esos “nombres toponímicos” que una carta geográfica sobreimpone a su dibujo. Esto me recuerda Cinco tumbas al Cairo, una película de 1943, cuyos protagonistas eran Franchot Tone y Eric von Stronheim, dirigida por Billy Wilder. Buscaban algo escondido de los alemanes en África, en Egipto, durante la Segunda Guerra Mundial. Cada lugar, cada tumba que escondía el tesoro buscado, correspondía a una letra del topónimo C A I R O.

La carta es como un gran cuerpo de mujer; lo que intenta Dupin es desnudarlo y, como ya sabe dónde está, va derecho adonde yace y se aloja el cuerpo hecho para esconder. Lacan se pregunta si nosotros, analistas, nos hacemos emisarios de las “cartas robadas” que nos dejan en souffrance por la transferencia, y redobla su pregunta: ¿la hacemos equivaler al significante aniquilador de toda significación, el dinero?

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