Читать книгу Escrito en la orilla. Una travesía litoral con Lacan онлайн

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El lugar del Rey y el de la policía son el de la ceguera, hay verdades que es mejor dejar en la sombra. Dupin va a entregar la carta al jefe de policía, pero “¿[q]ué queda ahora del significante cuando, aligerado ya de su mensaje para la Reina, lo tenemos ahora invalidado en su texto desde su salida de las manos del Ministro?”,5 o, lo que es lo mismo, ¿qué es lo que queda de un significante cuando ya no tiene significación? Es la pregunta del jugador sobre la Tyché, la fortuna, buena o mala, que hace girar con el dado, la bolita de la ruleta o la carta. Qué es esa figura del juego si no nada o, más bien, la presencia de la muerte. Ahí Dupin, ahora poseedor de la carta o, más bien, poseído por la carta, no puede dejar de sentir “una rabia de naturaleza manifiestamente femenina”.

La carta, que nadie, salvo la Reina, ha leído, queda del lado invertido, “petrificante”, del significante. Ahí Dupin deja, del lado de la mueca, la mueca de la muerte en la cita de la tragedia de Prosper de Crébillon: “Un rostro [en francés: un dessein] tan funesto…”.

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