Читать книгу Vergel de perfectísimas flores. El convento de Corpus Christi de Carcaixent онлайн
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Doña Sabina quedó convencida con semejante confesión, prometiendo su apoyo a la madre Espíritu Santo para levantar un nuevo convento femenino en el que pasar el resto de sus días como «piedra fundamental y primaria de este Paraíso de Dios».7 Ella misma le buscaría emplazamiento en Valencia lo suficientemente espacioso para albergar una comunidad monjil y junto al osario donde reposaban las víctimas de la última peste que entre 1648 y 1649 había diezmado aquella urbe.8 Sor Inés descartó de lleno esta posibilidad, aclarando que «la voluntad de Dios por entonces no elegía aquel sitio, sino otro en Carcaxente».9
Desde luego, la idea de abandonar la capital del reino con destino a un lugar del que nada conocía entusiasmaba poco a doña Sabina, que pese a todo transigió con los deseos de su sobrina.10 De las gestiones para materializarlo se ocuparían fray Onofre Sisternes Oblites, don José Pujasons y Sisternes y el padre Francisco Faxardo, de vuelta de Roma este último y tan diestro en el asunto que en breve obtuvo las preceptivas licencias de la corona y el entonces arzobispo fray Pedro de Urbina.11 También la autorización de los jurados del lugar, primero para establecerse en una casa donación de la carcagentina doña Úrsula Casanoves, al lado del camino de Alzira.12 Y después –dadas las estrecheces del solar– en el contiguo hospital y cementerio de peregrinos de la localidad, a cambio de habilitarse un espacio al mismo objeto comprado a la parroquia antes de cederse a los munícipes para su gestión.13