Читать книгу La conquista de la identidad. México y España, 1521-1910 онлайн
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las salas de batalla de la nobleza castellana
No es difícil adivinar que si el rey no mostró las hazañas indianas en sus “salas de batallas”, la alta nobleza castellana que no fue protagonista de ellas, tampoco lo hizo. La Casa de Alba, por ejemplo, presumía en la estancia principal de su palacio en Alba de Tormes la captura como prisionero del Elector de Sajonia y su entrega como botín de guerra al emperador; asimismo, encargó años más tarde a Tiziano el retrato muy castrense del duque como gobernador de los Países Bajos. Nada de América.
Lo mismo ocurre en el Palacio de Oriz en Pamplona o en el de Cabo de Armería de la familia Cruzat, próceres de Navarra, o con los cuadros navales de las victorias marítimas de Oquendo. Todo son victorias contra luteranos, franceses o sarracenos, nada más. Por su parte los Duques del Infantado se autocelebraban en Guadalajara recordando las hazañas medievales de su raigambre nobiliaria. El marqués de Santa Cruz por su lado, en su residencia del Viso del Marqués, además de escenas mitológicas, atesoraba una larga colección de representaciones de batallas que van desde el socorro altomedieval a Sancho Abarca, rey de Navarra, hasta sus modernas hazañas renacentistas. Los condes de Fernán Núñez en ocho cuadros exaltaron ampliamente la participación de su familia en la Reconquista. Ni rastro de las Indias. Ni siquiera los Moctezuma cacereños –descendientes directos del tlatoani Xocoyotzin–, en su palacio cercano a la muralla, representaron en obra alguna ni la conquista de México ni mucho menos las victorias de los tlatoanis precortesianos, únicamente decoraron sus muros con los retratos de todos los reyes mexicas desde Acamapixtli hasta Moctezuma Xocoyotzin.