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En 1838 vuelve a Huntington y funda el Long Islander movido tanto por su interés por la impresión como por el periodismo, una tarea que sería otra de sus grandes vocaciones. Entre 1841 y 1849 trabaja en The New World, Aurora, Evening Tattler, Statesman, Democrat, Mirror, Evening Star, Daily Eagle y Weekly Freeman, además de colaborar intermitentemente en otros. Todos estos periódicos se localizaban en Brooklyn o en el área de la ciudad de Nueva York. Hay una excepción, sin embargo. Entre febrero y mayo de 1848, viaja con su hermano Jeff a Nueva Orleans para dirigir el Daily Crescent. La estancia es breve pero allí vería la situación de los esclavos en una ciudad en que la esclavitud era legal. Sería testigo, hay pocas razones para dudarlo, de las subastas de aquellos que tenían lugar en el mercado cercano al puerto.1

Los críticos suelen señalar que los años de periodista le ayudaron en la conformación de su estilo poético. Tener la atención pegada a la vida cotidiana le enseñó a escribir sobre temas concretos y a dejar las abstracciones de lado. Además de artículos periodísticos y de editoriales, Whitman publica por esos años ensayos, entre los que figura el conjunto titulado “Periódico vespertino, desde la mesa de un maestro de escuela”, publicado entre el 29 de febrero de 1840 y el 20 de julio de 1841 en Hempstead Inquirer en Jamaica. Son escritos moralistas que previenen contra los peligros del tabaco, del materialismo, de los dogmas religiosos. También escribe contra el alcoholismo, problema que le resultaba familiar por afectar a su padre y a algunos de sus hermanos, quizás incluso a él mismo, señala Loving, durante su época bohemia en Nueva York. El resultado de su implicación en el asunto de la prohibición de las bebidas alcohólicas es Franklin Evans (Franklin Evans; or the Inebriate: A Tale of the Times), publicada en noviembre de 1842 en New World, y escrita para la gente y no para los críticos, según el propio Whitman reconoció cuando le llegaron las malas críticas. Fue un encargo de Park Benjamin and James Aldrich, dos personas destacadas en el movimiento por la sobriedad, tan importante en Estados Unidos en esos años. Al final de su vida reconoció a Traubel que era muy mala (WWC, I: 93). Sin embargo, fue una novela que tuvo éxito y que sirvió de ayuda económica al autor. En 1852 publicó Vida y aventuras de Jack Engle en capítulos en el Sunday Dispatch. La novela había pasado desapercibida hasta 2017 en que un estudiante de posgrado la descubrió. La novela incluye varios modos: el sentimental, el de aventura, el sensacionalismo, la parábola, lo autobiográfico, lo picaresco. En fin, una novela cercana, no solo en el tiempo, a Hojas de hierba. En las dos aparece un universo multitudinario. Además su descubrimiento obliga a repensar la carrera de Whitman, pues en 1852, el poeta ya estaba inmerso en su escritura poética. A pesar de que no es mala novela, Whitman nunca quiso saber, ya en su vejez, nada de su prosa, como señala en la introducción a Colectánea. Queda así en suspenso que fuera el conocimiento de la obra de Ralph Waldo Emerson, de quien hablaremos más tarde, y la atención que presta tanto a Long Island como a Manhattan, lo que le permiten salir de lo que entonces parecía el callejón sin salida de la literatura popular y sentimental.

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