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Basta. No quiero pensar. Pero los pensamientos que suelto son globos con helio, por más que los quiera olvidar quedan adheridos en el techo de mi mente. No puedo pensar a papá sin mamá. Cuando pienso a uno, llega el otro, como imanes que se atraen. Son, desde que me trajeron a la vida, mamáypapá. El sábado pasado estuve con ellos, fuimos con Valentín, mi hijo menor. Les llevé algo de mercadería. Cuidándolos para que no salgan, para que no se expongan, para que no se contagien de coronavirus. Sin embargo la enfermedad resultó una pelota que pasó por encima de la barrera que pusimos en la defensa de sus vidas. Si no sale de la internación, el sábado la vi por última vez.

Cuando me asomo al pasado desde la ventana del presente, pienso que tendría que haber estado más tiempo con ella, haberle dicho más cosas, haberla abrazado, besado, olido mucho más. Tendría que haberme sentado a upa, haberle preguntado más sobre su infancia, sobre la mía y… Pero no, no lo supe, ese partido terminó y estoy viendo la repetición.

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