Читать книгу La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos онлайн

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El mundo académico francés fue más capaz que el alemán de mantener una independencia real respecto a las circunstancias políticas e ideológicas del momento, como ha puesto de manifiesto brillantemente el prestigioso historiógrafo Georg G. Iggers.ssss1 El mundo académico inglés, por su parte, quedó como encerrado en sí mismo en la época de entreguerras, dando sólo alguna que otra figura descollante como la de Lewis Namier (1888-1960), aunque durante aquellos años se sentarían las bases de la importante corriente de la historia económica y social desarrollada después de la guerra.ssss1 En Italia, el peso del fascismo fue tal que historiadores de la talla de Gioacchino Volpe o, más matizadamente, Benedetto Croce, no pudieron desprenderse de su influjo.ssss1 En España, a pesar de las enormes tensiones del momento, aparecieron dos de las principales figuras de este período desde el punto de vista del pensamiento histórico: José Ortega y Gasset y, posteriormente, Jaume Vicens Vives.

Pero no se acaban aquí las aportaciones de este período, que además experimentó el nacimiento de la escuela francesa de los Annales, los notables precedentes del marxismo como los de Lefebvre y Labrousse y las extraordinarias obras de historiadores de la talla de Charles H. Haskins, Ernst Kantorowicz, Henri Pirenne y Johan Huizinga, todos ellos medievalistas. La coexistencia del inmovilismo del mundo académico más tradicional con el surgimiento de las nuevas tendencias reformadoras –un ambiente de convivencia forzada, característico de las épocas de transición intelectual– es el contexto específico en que se incubaron las líneas maestras que consolidaron a la que quizás ha sido la escuela histórica más influyente del siglo XX: los Annales.

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