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La falta de fuentes ha sido y sigue siendo crucial para entender este retraso. A riesgo de resultar pesados, cada vez que afrontamos un estudio de estas características nos vemos en la obligación de recordar que con extraordinaria dificultad se están consiguiendo reunir a lo largo de los últimos años conjuntos de datos e informaciones que, aunque sigan siendo parciales, ayudan a recomponer siquiera de manera poco definida lo que en otras zonas se nos ofrece de manera mucho más precisa gracias a un cuerpo de datos relevantes en cantidad y calidad.

En estas condiciones, hemos de confesar que hasta el momento no se ha llegado a saber mucho acerca de la seda nazarí. De manera general sabemos que es uno de los grandes productos que sustentan la faceta comercial nazarí, y que era heredera de una tradición productiva presente en al-Ándalus desde época muy temprana. Ya en el siglo IX, precisamente la Cora de Ilbīra, centro del futuro reino nazarí, sí que se mostraba en los registros fiscales trasladados por al ‘Udrīssss1 como la principal área productora de un territorio rico en seda y de plantas tintoreas asociadas a su producción, como el cártamo o alazor.ssss1 La producción de seda no era ni mucho menos exclusiva de esta zona, detectándose su presencia en el sur de la península Ibérica desde el valle del Guadalquivir, con Sevilla y sobre todo Córdoba como grandes centros de elaboración de tejidos de seda andalusíes. A partir de allí se extendería principalmente hacia el sureste. Pues bien, desde este momento, la cora de Ilbīra aparecería como área productora de seda mencionada por otros geógrafos como al Istajrīssss1 o al Bakrī en el siglo X. Este último hacía ya mención expresa a la calidad de la materia elaborada en Sierra Nevada, donde encontraría «... diferentes especies de frutos maravillosos, y en sus pueblos se encuentra la seda de la mejor calidad, y lino que aventaja al lino del Fayyum».ssss1

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