Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Manuel flexiona las piernas otra vez y sus increíbles femorales se contraen y se expanden como si tuvieran vida propia. Suda. Me hace un gesto dulce y le paso una toalla para que se seque. Toma la toalla con ambas manos y se cubre el rostro por completo. Cuando se quita el pedazo de felpa de encima es como si descorriera un telón, como si buscara revelar algo que queda opacado por su belleza y el atractivo de sus mandíbulas. El corazón me implosiona en la caja torácica y un dolor antiguo se me instala en los huesos.

Mariana está en la máquina para abductores abriendo y cerrando las piernas. No hay otro modo de hacer ese ejercicio, pero no puedo dejar de verla y de pensar que es un acto muy desagradable. Mariana es la mejor amiga de Manuel. Durante un tiempo tratamos de volvernos cercanas saliendo solas, pero no funcionó, y como ellos no iban a dejar de verse, ahora somos una especie de trío platónico. Cuando comemos en un restaurante, se ofrecen comida del plato del otro con sus propios tenedores y ya no recuerdo la cantidad de veces que los desconocidos han pensado que ellos son la pareja y que yo hago de mal tercio.

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