Читать книгу Mentiras que no te conté онлайн

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Yo me he estado haciendo tonta en la caminadora, porque no hay algo que me interese menos que la tonificación cardiovascular. Manuel se estira y se acerca mientras doy pasitos en el nivel más lento. Miramos a Mariana y al instructor. Manuel me toma de la mano y camina junto a mí en el piso. Nuestras manos están entrelazadas en el aire, a la altura de nuestras cabezas, con los brazos doblados en un ángulo exacto, como si fuéramos a bailar minué. Nos imagino con pelucas blancas y esa imagen me lleva a la de nuestros cabellos canos, pero no envejeceremos juntos. Se me humedecen los ojos y para disimularlo suelto a Manuel y subo la velocidad del aparato.

—Pero no se lo pediste —me dijo Miranda, mi propia mejor amiga y la cuarta eme de mi atribulada existencia.

—Cómo vas a saber si no se lo pides —parecía que iba a continuar pero simplemente se quedó callada del otro lado del teléfono.

—No se supone que yo se lo pida, él debería querer quedarse conmigo —dije sin mucha convicción.

—¿Estás leyendo Cosmopolitan otra vez, como en la secundaria?

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