Читать книгу Cómo hicimos el 17 de octubre онлайн

15 страница из 23

Meterse en las fuentes de la Plaza de Mayo fue solo el principio de la apropiación de las aguas. Esto se reproduce, como marca Daniel Santoro, en las aguas de Mar del Plata (hasta entonces ciudad elitista, negada a los sectores populares) y después en las grandes piletas populares, donde una enorme cantidad de cabecitas negras contaminados de la huella del conurbano pueden disfrutar del agua, que antes estaba únicamente reservada para solaz de los ricos. Que los pobres tengan acceso al agua como disfrute genera odios. La imagen que prefieren, aun los progresistas, es el pobre dando lastima yendo a buscar con un raído y sucio balde una miserable cantidad de agua a una goteante canilla única en el barrio.

El peronismo trae, una y otra vez, la imagen insoportable de las mayorías haciendo uso del goce de la felicidad. Y el agua es parte de ella, en las fuentes, en los inmensos piletones o en las aguas y arenas de la playa Bristol en Mar del Plata. Hay todo un símbolo en la reconversión de la ciudad de veraneo oligárquico, a través de la instalación de cientos de hoteles sindicales, en el punto de contacto de las mayorías con el mar. Es por eso que las clases medias y altas, terminaron huyendo de ahí y “acaban construyendo la ciudad de Punta del Este, por fuera de la amenaza peronista. Lo hacen para evitar encontrarse con los negros gozando del agua al lado suyo”, insiste Santoro.

Правообладателям