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1.2. El objeto de arte
De manera inmediata, nos hemos de preguntar la definición del «objeto de arte», y del «arte» en sí mismo. En un discurso reciente sobre este problema en un contexto antropológico, Howard Morphy (1994: 648-685) considera y rechaza la definición occidental institucionalizada del arte, según la que este es todo lo que traten como arte los miembros del mundo del arte reconocido institucionalmente (Danto 1964) –por ejemplo: críticos, marchantes, coleccionistas, teóricos, etc.–. Resulta justo, pues no existe un «mundo del arte» en sí mismo en muchas sociedades que estudian los antropólogos, pero aquellas producen obras, algunas de las cuales se reconocen como «arte» en nuestro «mundo del arte». De acuerdo con la «teoría institucional del arte», la mayoría del arte indígena es «arte» (en el sentido que queremos transmitir al decir «arte») solo porque nosotros pensamos que lo es, no porque quienes lo produjeron pensaron que lo es. Aceptar la definición de arte formulada por el mundo del arte obliga al antropólogo a aplicar al arte de otras culturas un marco de referencia de naturaleza abiertamente metropolitana. Hasta cierto punto, esto es inevitable (la antropología es una actividad metropolitana, al igual que la crítica artística), pero resulta comprensible que Morphy no se muestre inclinado a aceptar el veredicto del mundo del arte occidental, no formado en antropología, en cuanto a la definición del «arte» más allá de las barreras físicas de Occidente. En cambio, propone una definición dualista: los objetos de arte son aquellos que poseen propiedades semánticas o estéticas y que se usan para presentar o representar algo (ibíd.: 655). O sea, los objetos de arte o son signos que transmiten un «significado», o son objetos elaborados para provocar una respuesta estética cultural, o ambas posibilidades a la vez.