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Sin embargo, no deja de ser menos cierto que la resonancia subjetiva, es decir, la desgracia experimentada, es una señal sui generis (irreducible a ninguna otra), porque produce un mal en el momento en que funciona correctamente. El dolor y la tristeza duelen, lo que no ocurre en ningún otro sistema de alarma: en el atraco de una joyería, la sirena que alerta a la policía no produce un pequeño robo. Por el contrario el dolor, cuando avisa de una enfermedad y funciona correctamente como indicador, duele: es un síntoma indispensable que prevé los problemas y al mismo tiempo causa un mal. Como consecuencia de ello, el médico le recetará analgésicos (para aliviar el dolor) y una terapia (para neutralizar el mal). Se tratan al mismo tiempo los síntomas y la enfermedad, lo que no sucede con ninguna otra señal de alarma.
En esta originalidad del síntoma radica la originalidad del dolor y del sufrimiento: en tanto que realidades y signos, el dolor y el sufrimiento son buenos; en tanto que trastornos psicosomáticos, son un mal. Duelen.