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Entre las dos opciones, uno debe tener la audacia de hablar, el valor de pensar y de decir algo ajustado y verdadero, unas pocas migajas, al menos, que iluminen el camino.
¿Qué es el mal?
La pregunta es singular incluso por una tercera razón: no hay misterio del mal. Si bien hay misterio para todas las demás cosas de la vida, de la ciencia y del pensamiento: el amor, la libertad, el embrión humano, este girasol o la vida de los insectos, todo esto está lleno de misterio. Pero el mal no.
Se llama «misterio» a una realidad, y una realidad de tal densidad que por más que uno entra en ella, su espíritu no alcanza a abarcarla. Cuanto más se penetra en ella, más uno se da cuenta de que esta realidad lo supera, hasta el punto de que ninguna inteligencia finita la agotará. Descubrimos un misterio en el amor humano porque siempre hay más para amar en la persona amada que lo que de hecho amamos. Un misterio en el universo, que asombraba a Einstein, simplemente por el simple hecho de que pudiera existir una física2. Un misterio de la vida, y especialmente de la vida de las personas, cada una de las cuales es más grande de lo que uno se cree. Existe, por supuesto, el misterio por excelencia, el de Dios.