Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Pierre Bourdieu (1990) amplió aún más esta visión al vincular los procesos de legitimación cultural con la reproducción habitual de las relaciones sociales dominantes. En este contexto, Bourdieu desarrolló la idea de violencia simbólica, que entendía como algo que a menudo suponía una forma de dominación más significativa y efectiva que los actos individuales de agresión física. En su opinión, la violencia simbólica provenía del poder simbólico que impregnaba los órdenes sociales: era una forma tácita de práctica social arraigada en los hábitos sociales cotidianos que se utilizaba para mantener las relaciones jerárquicas existentes. Como mantienen Bourdieu y Wacquant (1992: 167), este tipo de actividad violenta no se caracteriza por lesiones físicas visibles o por actos intencionales de agentes concretos, sino que es una forma de «violencia que se ejerce sobre un agente social» que acaba siendo «cómplice» de la dominación a la que está sometido. Ejemplos típicos de violencia simbólica son las divisiones de clase, estatus y género en las sociedades contemporáneas: las distinciones de clase y estatus se mantienen a través de la aceptación popular, compartida por la mayoría de estratos, de que las clases medias merecen su buena situación social y económica sobre la base de que son más capaces o están más dotadas. Además, sus gustos artísticos, su estilo de vida y sus formas de habla son consideradas superiores y, como tales, son aceptadas popularmente como medida universal de la competencia cultural en una sociedad determinada.

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