Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, para Weber, la violencia organizada no solo estimula la racionalización; también genera sucesos emocionales y colectivos únicos. Es solo en la guerra, y en circunstancias excepcionales similares que amenazan la vida, donde los seres humanos establecen intensos vínculos comunitarios y formulan opiniones morales muy significativas. El ambiente catastrófico de la guerra crea condiciones únicas en las que los individuos desarrollan un fuerte pathos comunitario, que a menudo se refleja en la disposición incondicional de una persona a sacrificarse por las demás. En palabras de Weber (2004: 225), la experiencia de la guerra moldea la «comunidad hasta la muerte», donde un soldado muere voluntariamente por sus compañeros y donde estos intensos lazos emocionales crean un nuevo significado colectivo: «morir en combate porque solo en él, solo en esa masividad de muerte, el individuo puede creer que sabe que muere “por” algo».

Ambos procesos, que surgen como resultado de la violencia organizada, la racionalización organizativa y el vínculo emocional, han sido históricamente cruciales para la dirección del cambio social. En el relato de Weber, la expansión de la violencia organizada en la Europa premoderna ha resultado ser sumamente instrumental para generar un entorno político multipolar que, en última instancia, fomentó el desarrollo de órdenes sociales racionalizados, el capitalismo y el Estado nación como los conocemos hoy. Para Weber, el reciente y dramático «ascenso de Occidente» frente al resto se originó en la inusual situación geopolítica del continente. La debilidad estructural que quedó tras el colapso del Imperio romano fomentó un entorno inestable y propenso a la guerra en el que numerosos caudillos libraron conflictos violentos, pero no pudieron establecer un imperio poderoso y unificado en todo el continente, como había ocurrido en otras partes del mundo. Sin embargo, esta debilidad estructural inherente, junto con el surgimiento de una autoridad religiosa independiente capaz de imponer su monopolio ideológico –la Iglesia católica universalista–, resultó a largo plazo beneficiosa para el desarrollo de una estructura feudal multipoder (Hall, 1985). A diferencia del resto del mundo, donde los militares continuaron siendo una posesión privada del emperador, el feudalismo europeo, con sus acuerdos contractuales entre guerreros aristocráticos, estimuló la racionalización gradual del orden social, lo que propició el avance de la formación del Estado, el capitalismo y la sociedad civil.

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