Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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En segundo lugar, a pesar del énfasis puesto en los escritos de Weber sobre la importancia de la coerción y la fuerza, su concepto de violencia sigue unido a actos corporales e intencionales concretos. Como la violencia está estrechamente vinculada a la política, en la obra de Weber no hay lugar para actos violentos que resulten de acciones sociales no intencionadas ni para un cambio de comportamiento impuesto coercitivamente que produzca formas no físicas de daño, incluyendo el daño emocional, mental o existencial. Si bien Weber tiene cuidado de diferenciar entre violencia y amenaza de violencia, en ambos casos se hace referencia a los aspectos físicos e intencionales de la experiencia violenta.

Por último, Weber ofrece un análisis enormemente persuasivo de la transformación del poder coercitivo a través del tiempo cuando se centra en la racionalización y la burocratización del orden social. Sin embargo, aunque la trayectoria de esta transición gradual está bien trazada y explicada, es menos claro al señalar por qué los seres humanos aceptan la vida en la jaula de hierro. No hay duda de que el mundo contemporáneo está dominado por el poder organizativo/burocrático, pero para entender cómo y por qué los individuos toleran esa condición social, es necesario explorar el papel que juegan la ideología y la solidaridad en la legitimación de las organizaciones sociales. Aunque Weber ha prestado más atención a la legitimidad política que cualquier otro sociológico clásico, su teoría de la autoridad legítima no explica los mecanismos sociales específicos que generan la legitimación popular. En concreto, Weber identifica tres tipos ideales principales de autoridad legítima que están asociados con las diferentes formas de órdenes sociales: la dominación legal-racional está vinculada con las organizaciones sociales burocráticas modernas, y la autoridad tradicional es considerada patrimonial y dominante en otros muchos órdenes sociales premodernos, mientras que la autoridad carismática se entiende como un fenómeno temporal que surge en tiempos de crisis profunda y transformaciones estructurales. Para Weber, estos diferentes tipos de dominación legítima se corresponden con los diferentes sistemas de creencias presentes en cada uno de los tres órdenes sociales. Este tipo de argumentación ha sido descrita como tautológica, ya que asume que la mera existencia de un régimen particular confirma la legitimidad de este régimen. Por ejemplo, Grafstein (1981: 456) insiste en que, como el concepto de Weber identifica la legitimidad con la obediencia, vacía este concepto de su verdadero significado: «En las manos de Weber [...] la legitimidad ya no representa la evaluación de un régimen; de hecho, ya no se refiere directamente al propio régimen. Más bien, se define como la creencia por parte de los ciudadanos de que el régimen es, hablando de lo mismo, legítimo». Aunque, como he argumentado en otro trabajo (Malešević, 2002: 103), este tipo de crítica no tiene en cuenta que para Weber la legitimidad no trata solo de las percepciones populares de un orden social en particular, sino también de la capacidad de los que están en el poder de garantizar apoyo a toda la sociedad. Grafstein tampoco tiene en cuenta que, incluso en esta forma, la teoría aún permite el análisis de diferentes modelos de cumplimiento popular. Sin embargo, un problema más importante es que Weber no proporciona una explicación convincente de las dinámicas sociales involucradas en el proceso de legitimación. No está claro por qué, cómo, cuándo y durante cuánto tiempo los individuos tienden a considerar que determinados órdenes sociales son legítimos. Esto es particularmente importante en el contexto del análisis de la violencia, ya que la acción violenta requiere una legitimación mucho más popular que otros tipos de acción social. Por ejemplo, para comprender cómo, cuándo y por qué los ciudadanos de los Estados nacionales modernos brindan un consentimiento tácito o explícito para el uso de la violencia a gran escala en tiempos de guerra, es necesario analizar las relaciones a largo plazo entre el poder organizativo e ideológico de los Estados nación. Tal como se mantiene en el capítulo II, aunque las organizaciones sociales dependen en gran medida de sus capacidades coercitivas, esta coacción está realzada de hecho por la legitimación popular que se genera a través de diversos mecanismos ideológicos. Sin embargo, la ideología no es algo que los líderes de las organizaciones sociales impongan a las poblaciones reticentes. En cambio, el poder ideológico sí suele ser consecuencia del desarrollo organizativo y, como tal, se origina en las complejas transformaciones históricas que dan origen a organizaciones sociales concretas. Además, el éxito tanto del poder organizativo como del ideológico depende casi siempre de la capacidad de las organizaciones sociales para penetrar ideológicamente en la vida cotidiana y para integrarse en el microuniverso de redes estrechas de parentesco y amistad. Por lo tanto, para beneficiarse de la teoría weberiana, es crucial ampliar este análisis al intentar explicar las dinámicas a largo plazo del poder organizativo e ideológico, ya que contribuyen a la transformación de la violencia organizada.

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