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Violencia y civilización

La relación entre violencia organizada y civilización es algo que ha desconcertado a los analistas desde la Antigüedad. Desde Confucio y Mozi hasta Platón, Aristóteles e Ibn Khaldun, los especialistas han intentado identificar si las civilizaciones coartan o estimulan la violencia. Sin embargo, la mayoría de los estudios, entre los que se incluyen trabajos tan influyentes como los de Spengler (1918), Toynbee (1950) y, más recientemente, Huntington (1996), tienden a centrarse más en las diferencias entre civilizaciones concretas y menos en las cualidades intrínsecas de la relación entre la acción violenta y la civilización. En cambio, Norbert Elias (2000 [1939]) desarrolla una teoría original que se centra en la interdependencia entre el proceso civilizador y la violencia. Para Elias, la violencia y la civilización tienen una relación compleja. En algunos aspectos, Elias sigue a Weber cuando argumenta que el monopolio del uso de la violencia es una condición previa para el avance de la civilización, ya que pacifica el orden social. Sin embargo, en otros aspectos más evidentes, para Elias la violencia es exactamente lo contrario de la civilización. En concreto, su libro más célebre, El proceso de la civilización (2000), rastrea la disminución constante de las formas individuales y colectivas de violencia a procesos duraderos de expansión del control social externo, junto con una internalización gradual del autocontrol. Al explorar los cambios a largo plazo que se producen en las actitudes cotidianas de los diferentes estratos sociales en toda Europa, Elias mantiene que la superación de la acción violenta, tanto en sus formas interpersonales como estructurales, es la característica central del proceso de civilización. En su interpretación, la agresividad es una predisposición humana inherente vinculada a nuestra naturaleza animal. Por lo tanto, según el punto de vista de Elias, cuanto más se profundiza en el pasado, más probabilidades hay de encontrar seres humanos salvajes y sin inhibiciones que no son muy diferentes de sus homólogos animales.ssss1 Por ejemplo, El proceso de la civilización está lleno de referencias a los seres humanos como criaturas esencialmente animalistas motivadas por impulsos biológicos, que se presentan en forma de «necesidades elementales», «impulsos», «tendencias innatas», «actividades animales» e «impulsos animales» (Elias, 2000: 107-116; 119-120; 158-159; 216, 218, 230, 252, 365). En publicaciones más recientes, Elias hace frecuentes referencias a «la naturaleza animal de los humanos», a «las restricciones elementales de la naturaleza humana» y al «control de los instintos», por lo que se considera que los seres humanos vienen a este mundo como «criaturas salvajes e indefensas» (Elias, 1996: 32-33; 1991: 22). En el análisis de Elias, a la socialización se le otorga un poder transformador excepcional en la forma en que moldea a los niños, convirtiendo al «animal humano semi-salvaje» en una persona de pleno derecho con capacidad de autocontrol.

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