Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Sin embargo, tal como demuestran los medievalistas contemporáneos, la realidad histórica no encaja bien con estas percepciones populares de la Europa medieval. Así, Klemettilä (2009), Kleinschmidt (2008), Carrel (2009), Baraz (2003) y otros, a pesar de la retórica propensa a la violencia y algunas representaciones artísticas espantosas, señalan que la Europa medieval no fue un periodo particularmente violento en la historia humana. Kleinschmidt (2008: 170) subraya que «las fuentes medievales tempranas proporcionan pocas pruebas explícitas de la propensión a la guerra o del deleite absoluto al cometer atrocidades de aquellos que participan en la guerra». Baraz (2003) identifica realidades complejas en las que se hace un uso esporádico de la crueldad y casi siempre con una razón instrumental concreta. En la misma línea, Carrel (2009) defiende que el sistema de justicia medieval no estaba centrado ni en la tortura pública ni en formas inhumanas de ejecución. Según su análisis, la mayoría de los actos criminales eran castigados con sentencias leves que tenían que ver con la vergüenza pública del individuo, del que normalmente se acababa compadeciendo la gente del pueblo. Las ejecuciones solían estar reservadas a los asesinos y a ciertos comportamientos blasfemos. Klemettilä (2009) destaca que esta concepción errónea habitual del periodo medieval se deriva, en parte, de la lectura literal de las crónicas, las representaciones visuales de las cruzadas y la administración de justicia y, en parte, de la reinterpretación de este periodo a la luz del Renacimiento y los movimientos de la Ilustración. Si bien es cierto que las crónicas medievales y los materiales visuales de tortura y martirio no pueden tomarse en sentido literal porque fueron producidos con fines propagandísticos y didácticos específicos, el planteamiento moderno del «periodo medieval» como «bárbaro» también debe mucho a los movimientos del Renacimiento y la Ilustración, que fueron causantes de manera deliberada de esa «otredad» del pasado. Para poder difundir los mensajes de progreso, razón y libertad con éxito, necesitaron definir sus proyectos en oposición a lo que construyeron como un «pasado retrógrado». Esto puede aplicarse tanto a Europa como a otros continentes. Ahora sabemos que la cámara del infierno de Ashoka fue un invento literario, que la doncella de hierro nunca se usó para torturar en la Europa medieval y que los sacrificios humanos de los aztecas ni eran tan frecuentes ni tan mortales como se suponía con anterioridad (Schild, 2000; Obeyesekere, 2002; Graulich, 2000).

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