Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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En la vida salvaje apenas hay ley, o no hay ley en absoluto, ni administración de justicia; no hay empleo sistemático de la fuerza colectiva de la sociedad en impedir que los individuos se dañen los unos a los otros. Cada uno confía en su propia fuerza o sagacidad; y cuando eso falla, el individuo se encuentra generalmente sin ningún otro recurso. Decimos, pues, que un pueblo está civilizado cuando los arreglos de la sociedad para proteger la persona y propiedades de sus miembros son suficientemente perfectos para mantener la paz entre ellos, es decir, para inducir a la masa de la comunidad a confiar, para su seguridad, en las organizaciones sociales, así como, por la mayor parte y en ordinarias circunstancias, a renunciar a la vindicación (mediante la agresión o mediante la defensa) de sus propios intereses haciendo uso de su fuerza y coraje individuales (Mill, 1836, sección 1; la cursiva es nuestra).

En el relato de Mill, la civilización, una vez establecida, seguía su desarrollo y alcanzaba su punto más alto «en la Europa moderna, y especialmente en Gran Bretaña, en un grado más eminente y en un estado de progreso más rápido que en cualquier otro lugar o época».

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