Читать книгу La transición española. Una visión desde Cataluña. Tomo I онлайн
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En el ámbito religioso, siguiendo la misma línea, el vicario general de la Diócesis de Barcelona distribuyó la siguiente orden el día después de la ocupación:
«Accediendo gustosamente a las indicaciones que nos han sido hechas por las dignísimas autoridades de esta provincia, rogamos a los Reverendos Rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego será devotamente atendido, que en los actos de culto público que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vernácula que la lengua española.»35
Un testigo directo de la ocupación de Cataluña, Dionisio Ridruejo, jefe de Propaganda de Falange Española, comentó así la situación:
«La llegada de las tropas nacionales a Barcelona —puedo hablar de ello porque constituyó mi primera decepción, mi primera crisis de esperanza frente a la acción en la que participaba— fue, para empezar, una apoteosis. Pero, inmediatamente después, una brutalidad (…). Durante años fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente públicas en idioma regional. Los institutos de cultura cerrados, la enseñanza del idioma proscrita, los rótulos comerciales traducidos y las ciudades y los pueblos llenos de impertinentes recomendaciones: “Hablad en español”, “Hablad en el idioma del imperio”, etc. El cuadro de las autoridades políticas y de los funcionarios, incluidos los nuestros, fue sistemáticamente forastero (...). En el orden económico se hizo todo lo posible para beneficiar el resto de España, con la extensión de la industrialización, pero se procuró extremar el criterio en sentido negativo, a disfavor de las regiones culpables, para darles a entender que se las castigaba frenando ya su notable desarrollo. He tenido noticias de innumerables expedientes de iniciativa catalana y capital catalán para la instalación de industrias nuevas, resueltas con la fórmula de “autorizadas fuera de Cataluña”. En fin, los periódicos de Barcelona y Bilbao —todos ellos en lengua castellana— se encargaron durante años de españolizar las correspondientes regiones.»36