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17. También aquí hay que matizar: esto no es verdad mientras la escritura no se ponga al servicio de la palabra y renuncie a ser dibujo. Un manuscrito iluminado constituye aún un objeto estético complejo donde el texto es solidario de su presentación porque la escritura vale por sí misma; la competencia que hace al texto es tal que la atención se vuelve con frecuencia completamente hacia el objeto pictórico dejando olvidado el objeto literario. Generalizando puede decirse que conviene tener en cuenta la importancia dada a la presentación material de un texto, a la calidad del papel y de los caracteres; nos agrada leer a nuestros poetas favoritos en buenas y bellas ediciones. ¿Acaso quiere esto decir que de una edición a otra el objeto literario se transforma? No, desde luego. El placer que experimentamos con una bella edición es efectivamente del mismo orden que el placer que sentimos cuando oímos música en un buen sillón en vez de un taburete. Al placer estético propiamente dicho, suscitado en nosotros por la presencia del objeto, se mezclan (hasta el punto en que el sensualismo puede confundirlos, inhábil para distinguir entre lo agradable y lo bello) mil matices afectivos despertados o por el objeto materialiter spectatum, o por su contexto, que vienen a confirmar el placer estético sin por ello constituirlo o que nos hacen más dispuestos para captarlo. Un hermoso papel del Japón no vuelve sin más el texto más bello, pero sí que convierte la lectura más agradable. Del mismo modo, el cristal no torna al vino más noble, pero permite saborearlo mejor.

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