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Por medio del gusto el testigo se eleva a lo que hay de universal en lo humano: el poder si no de combatir el objeto estético, al menos de hacerle justicia, mediante lo cual el juicio del gusto es capaz de universalidad. Esta universalidad se manifiesta además en un segundo modo de acción del objeto estético: la creación de un público, dando esta vez al término un sentido más amplio que el precedente.

b) La constitución de un público

Y en efecto, captaremos mejor el poder de la obra al observar que su testigo, incluso aunque esté solitario, no se halla solo: pertenece a un público, y la constitución de este público, su naturaleza propia, que no es solo la del público presente y necesario en la ejecución, y que además poseen ya las obras ejecutadas, atestigua la realidad de la obra y su acción sobre sus testigos. Lo importante es pues ver cómo este público tiende a encarnar y figurar a la universalidad que es también la del testigo solitario: es la multiplicación indefinida del testigo por que el testigo es indefinidamente multiplicable, haciéndose semejante a todo hombre al sobrepasar su particularidad.

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