Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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El joven, con la boca semiabierta por la sorpresa, continuaba sin pronunciar palabra deleitándose con la imagen de aquella joven de larga melena negra ondulada, con unos minishorts blancos que contrastaban con unas piernas bronceadas y perfectamente moldeadas, sandalias tan abiertas que pareciera como si estuviese descalza y camiseta también blanca y tan ajustada que resaltaba aun más su ya prominente pecho. Según se fue acercando la joven, Juan pudo apreciar en ella su tez morena y unas facciones que le tenían turbado, hasta que la joven comenzó a hablar.
– Bueno Juan, es que después de tanto tiempo sin vernos no me vas a dar ni siquiera un beso – dijo Isabel plantándose frente al joven -, o será qué ya no te acuerdas de mi.
– Claro, claro que me acuerdo– dijo titubeando el joven dando un suave e inocente beso en el definido pómulo de Isabel-, pero es que estás muy cambiada, ¿dónde has estado todo este tiempo?
Isabel relató su estancia en la Sorbonne de Paris, donde había cursado estudios de arqueología. Después le dijo que acababa de regresar de Egipto, donde había permanecido seis meses, gracias a una beca que le habían concedido para participar en la excavación de la tumba del faraón Tutmosis III.