Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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– Lanza cuando quieras.
El lanzador realizó el mismo ritual del primer lanzamiento, flexionado las rodillas y girando la cadera.
– Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,…- fin del conteo de Isabel -, increíble, como lo haces.
– Ven, acércate y prueba por ti misma – invitó Juan tendiendo su mano -, verás que no es tan difícil.
Isabel se levantó y con pasos cortos y temerosos para no caer al agua, se fue aproximando hasta coger la mano de Juan. Éste le explicó como tenía que realizar el lanzamiento para que fuese efectivo, tratando de conseguir el mayor número de saltos sobre el agua antes de hundirse.
Tal y como le había indicado su instructor, Isabel cogió la piedra entre sus dedos pulgar e índice por la parte mas estrecha para mantener la cara plana de la misma paralela a la superficie del agua. Según le había indicado Juan, esa era la clave para que la piedra se pudiera deslizar sobre el agua y saltase en lugar de hundirse.
Con el primer intento, la piedra se escapó de los dedos de Isabel y cayó vertical y sin fuerza sobre el lago hundiéndose irremisiblemente.