Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн

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– ¿Te imaginas?, si estuviera vivo podría aconsejarme sobre como enfocar mi tesis doctoral y obviamente seguiríamos disfrutando de la pesca en tu lago.

– Claro que puedo imaginármelo, pero las cosas son como son y a veces no podemos cambiarlas. Sin embargo la vida sigue y, tal y como tu mismo has dicho, lo importante es quedarnos con lo buenos recuerdos.

En ese momento, Juan pasó su brazo por el hombro de Isabel y la atrajo hacia si para darle un inocente beso en la frente.

– Sentémonos aquí – propuso Isabel aprovechando que habían llegado a una roca que se introducía como un dique en el lago y que en su parte superior ofrecía una superficie plana para poder acomodarse sentados o tumbados -, así recibiremos directamente la energía de los rayos del sol.

Juan ayudó a Isabel a trepar a la roca y cuando vio que estaba segura, volvió sobre sus pasos para coger unas cuantas piedras del camino. Escogía las que fueran del tamaño de una ciruela y siempre que fueran planas.

– ¿Se puede saber qué estás haciendo? – preguntó Isabel un tanto inquieta -, ¿no pretenderás dejarme aquí sola?


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