Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
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Aunque yo fui el asiduo acompañante de Magda, fue con Elia con la que mejor me compenetraba, precisamente por limitar nuestra amistad a esa hermosa camaradería intranscendente de contarnos nuestras aficiones y los aconteceres de la guerra de los que estaba muy al tanto, ya que su padre era un conocido dirigente del frente popular en Alicante. Pero Rafael Izquierdo sí que se enamoró y percatándose de que por mi amistad con ella podría interceder a su favor, me lo pidió. Elia fue contundente. No deseaba nada más que amistad. No obstante, Rafael de no haber tenido un permiso de quince días quizás hubiese podido variar los firmes propósitos de la muchacha. Este permiso afectó a la mitad de los componentes de la FUE y nos quedamos pocos compañeros. Fue cuando se agregó a nuestros paseos Ricardo Muñoz Suay, quien como le había ocurrido a Izquierdo quedó seducido por los encantos de Elia. Cuando por la noche regresábamos al cuartel, en el trayecto Ricardo me iba relatando las exaltaciones de los variados atributos que la personalidad de esta joven le cautivaban y aunque yo era un verdadero admirador de ella con valoraciones que ya he resaltado, las de Ricardo las encontraba mitológicas y ello era debido, sin duda alguna, a que se había enamorado seriamente. Su compañía le agradaba a Elia, por la gran inteligencia de Ricardo, amplia formación cultural y de la problemática estudiantil que conocía en profundidad, por ser uno de los dirigentes más cualificados de la FUE de valencia. Al regresar Izquierdo existieron elementos de tensión entre ambos, que tanto Magda como yo tratábamos de suavizar y que afortunadamente solucionó la orden de marcha al frente de Madrid.