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Contar los sucesos de Un mundo para Julius no es contar su argumento, porque todo lo que ocurre cobra sentido más allá de los hechos cuando la vida se hace estilo literario en los ojos del niño y en la libertad de las palabras. El protagonismo está en aquello que no puede contarse de manera cerrada, en la interiorización de una mirada que ve pasar las cosas y construye una realidad. Se trata, como hemos dicho, de una novela de iniciación que sirve para resaltar el peso de unos sentimientos infantiles y la experiencia del fin de la niñez. Las citas que usa Bryce Echenique para dar compañía a la historia de su novela son aclaradoras. Sirva de ejemplo un refrán alemán: «Lo que Juanito no aprende, no lo sabrá nunca Juan». O estas palabras de Dylan Thomas en la última parte de la novela: «... escuchamos la voz de Maurice O’Sullivan diciendo que una gran parte de él murió también esa noche: una íntegra y profunda parte de su vida: su niñez».

Otra cita de Roger Vailland servirá para explicitar uno de los aspectos más importantes de la novela, la articulación entre el mundo alto de la oligarquía peruana y el mundo de los criados: «¿Recuerdas que durante los viajes a los que nos llevaba mi madre, cuando éramos niños, solíamos escaparnos del vagón-cama para ir a corretear por los vagones de tercera clase? Los hombres que veíamos recostados en el hombro de un desconocido, en un vagón sobrecargado, o simplemente tirados por el suelo, nos fascinaban. Nos parecían más reales que las gentes que frecuentaban nuestras familias...». Es un sentimiento sobre el que deberemos volver.

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